La historia de los puntos de Mehdi Sohrabi

Ha sido el gran nombre de las últimas horas en el mundo del ciclista. Mehdi Sohrabi ha sido la clave para la entrada de Lotto en el UCI World Tour 2012. También iba a serlo para AG2R, y para Geox-TMC. Pero, ¿cuál es la valía del iraní, aquello que le convierte en la llave del World Tour?
La respuesta son los puntos del Ránking de Mérito, una clasificación de criterios privados generada por la UCI de la cual los quince primeros equipos consiguen un pasaporte directo al UCI WorldTour. Mehdi Sohrabi (1981, Zanjan – Irán – a veces llamado ‘Mahdi’) tiene muchos puntos para esta clasificación; 78, para ser exactos. Un verdadero capital teniendo en cuenta que entre la duodécima y la decimosexta posición del ránking (la primera sin acceso directo al WorldTour) apenas hay 50. Una ojeada al palmarés de este iraní revela dos temporadas consecutivas (2010, 2011) siendo primero en el UCI Asia Tour y un rosario de victorias, 19 en los últimos dos años, en carreras de nivel ínfimo en las cuales saca provecho de su buena capacidad para la escalada y un talento para el llano que le permiten disputar esprints con cierta solvencia.
Sohrabi consiguió muchos pocos para formar un mucho. Este hecho no pasó inadvertido para aquellos aspirantes a integrar la primera división del ciclismo mundial en 2012 con necesidad de puntos para situarse entre los quince primeros del Ránking de Mérito.
Geox golpeó primero. Tal y como reveló François Legarré en Biciciclismo a principios de octubre, la escuadra capitaneada por Mauro Gianetti llegó a un acuerdo con Sohrabi y Ghader Mizbani, compatriota y coequipier en Tabriz Petrochimical Team, en agosto. Sus contratos significaban medio WorldTour, el empujoncito necesitado por la escuadra para entrar en la máxima categoría del ciclismo, y se evaporaron cuando el problema de los avales dejó a Geox fuera de la primera inscripción de la UCI por la norma que deja sin validez los contratos enviados para la inscripción en la UCI si ésta falla. Se trata de una disposición destinada a dar margen de maniobra a los corredores para evitar que estos se queden en la estacada si su escuadra no tiene solvencia económica o administrativa.
La circunstancia fue aprovechada por AG2R para aproximarse a Sohrabi con una oferta muy generosa. Sucedió durante los Campeonatos del Mundo, tal y como publicó en aquella fecha de nuevo François Legarré. Arturas Kasputis, director deportivo de un equipo francés que se describió como “desesperado por los puntos”, supo por ‘vox populi’ que Geox iba a fallar en la primera inscripción y podía firmar a un Sohrabi que vale su peso en puntos. Puso dinero sobre la mesa y Sohrabi aceptó el trato, pero sin firmarlo por cuanto su contrato con Geox no se había extinguido aún.
Fue entonces cuando Lotto entró en escena. La escuadra de Marc Sergeant, escisión del Omega Pharma – Lotto de Philippe Gilbert, necesitaba puntos para garantizar que su plantilla con André Greipel y Jurgen Van der Broeck iba a estar encuadrado en la categoría reina en 2012. Su principal línea para esto fue Óscar Freire, un corredor valioso en puntos y cuyo nivel deportivo está fuera de toda duda; sin embargo, las negociaciones no avanzaban como era deseable y Sergeant optó por el pájaro en mano. Hizo una propuesta a Sohrabi, se llevó su firma, se llevó sus puntos y se llevó una licencia WorldTour.
Si Mehdi Sohrabi hubiera firmado por AG2R, hubiera sido el conjunto francés el que hubiera entrado (holgadamente) entre los quince primeros del Ránking de Mérito y, con ello, en el World Tour; Lotto hubiera tenido que ir a la Comisión de Licencias y jugarse ahí la primera división frente a otros cuatro equipos. El iraní, con una valía aún por demostrar en Europa, fue el factor esencial para dirimir quién entraba en la máxima categoría. Cabe debatir ahora si es adecuado un sistema en el cual marca la diferencia la presencia de Mehdi Sohrabi, y no la valía de Greipel, Van der Broeck, Roche ó Gadret.
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Dos espónsors se separan; en medio, Philippe Gilbert

Tras entrar en la historia la semana pasada gracias a los triunfos de Philippe Gilbert en las tres Clásicas de las Árdenas, la escuadra Omega Pharma – Lotto ha firmado estos días su acta de defunción al ser confirmados oficialmente los rumores que apuntaban a un divorcio entre los dos espónsor de la formación belga. Divergencias de planes, criterios y prioridades han precipitado esta solución, a consumar este invierno. Aún sin tomar partido por ninguna de las dos partes y deseado por ambas se encuentra el astro valón Philippe Gilbert.
Oficialmente, los motivos de la separación de los caminos de Omega Pharma y Lotto se podrían resumir en lo siguiente: la farmacéutica ambiciona patrocinar un equipo de vocación mundial, mientras la marca de loterías públicas belga prefiere un proyecto orientado también a competiciones internacionales pero basado en corredores nacionales. Escarbando un poco más en esto podemos elucubrar un movimiento más político que deportivo.
Lotto podría crear un nuevo equipo ‘nacional’
Tal y como reporta el excelente blog The Inner Ring, el responsable institucional de Lotto Didier Reynders es un auténtico pesado que incluso desempeña actualmente el cargo de Ministro de Economía en una Bélgica sin Gobierno definido después de que los partidos políticas no hayan alcanzado en casi un año acuerdo para formarlo. Reynders, valón y aficionado al ciclismo, ve suculentos réditos para su imagen en asociarse mediante un patrocinio a una escuadra eminentemente belga y con Gilbert, verdadero ídolo de masas del país centroeuropeo junto a Tom Boonen, como estandarte y líder absoluto.
Es por ello que Lotto ha decidido iniciar movimientos para construir una nueva estructura en torno al astro valón y con corredores cercanos a éste como Bjorn Lëukemans (Vacansoleil) en plantilla. Hubo informaciones que indicaron una posible incorporación de Lotto a la escuadra FDJ; sin embargo, este proyecto ha sido desmentido y resultaría muy complicado de llevar a cabo, por cuanto la estructura francesa tiene contrato en vigor con la mayoría de los ciclistas con que cuenta en este momento en plantilla y estos son en su mayoría franceses, lo cual no casaría con los intereses de Lotto. Más plausible y probable según indica Cyclisme Revue es la creación de una nueva formación belga con el patrocinio mayoritario de Lotto y el apoyo del ente semipúblico de telecomunicaciones Belgacom y la empresa de trabajo temporal Adecco, que ya patrocinara junto a la propia marca Lotto un equipo ciclista a principios de siglo.
Omega Pharma necesitará un copatrocinador
La otra empresa envuelta en el patrocinio del actual equipo de Gilbert encara una situación algo más complicada. Omega Pharma es la titular de la estructura, lo cual implica tres posesiones principales: todos los materiales logísticos, la licencia World Tour y los contratos de todos los auxiliares y ciclistas del equipo. Lo primero reduce la inversión a afrontar para sacar la escuadra a las carreteras el próximo año. Lo segundo es una condición en principio buena pero puede resultar inane, por cuanto los ProTeam de 2012 se decidirán en teoría, como en 2011, en base a un ránking de mérito deportivo establecido por la UCI. Lo tercero supone un arma de doble filo, por cuanto según ha admitido el patrón de Omega Pharma Mark Coucke hay un total de 19 ciclistas con contrato en vigor. Ello asegura la permanencia en el equipo de cracks como Jurgen Van der Broeck o Andre Greipel; y, por otra parte, limita el margen de maniobra para incorporar a ciclistas acordes con los intereses de un hipotético nuevo patrocinador…
Por ello, la empresa que se una a Omega Pharma en la financiación de la estructura deberá tener una perspectiva muy similar a la farmacéutica: interés por el mercado belga, pero también por proyectarse a nivel mundial. Los rumores en torno al posible compañero de viaje de Omega Pharma apuntaron en un inicio a Quick Step, con quien fusionaría estructura. Sin embargo, no parece probable que dichos rumores se materialicen por cuanto el equipo de Patrick Lefévre recibió recientemente una inversión por parte del millonario checo Zdenek Bakala, interesando por catapultar a su compatriota Zdenek Stybar a la élite del ciclismo en carretera después de triunfar en el ciclocross. El trato ya ha sido negado por el propio Lefévre. Por otra parte, el diario belga Het Nieuwsblad ha asociado otras dos empresas con la formación poseída por Mark Coucke: Saxo Bank, actual patrocinador de la escuadra de Alberto Contador, y Telenet, empresa de telecomunicaciones belga que esponsorizó hasta este año el equipo de ciclocross del citado Stybar.
Y en medio, Gilbert
Tras su impresionante semana en las Árdenas, Gilbert ha visto como su cotización ha subido vertiginosamente y, además, sus dos espónsor litigan por tenerle en sus filas en 2012. Omega Pharma ya ha declarado “tener una opción sobre él”; Lotto, por su parte, parece decidida a echar el resto por su fichaje, dado que la escuadra sólo tiene sentido con él en plantilla. No es, sin embargo, la única ‘novia’ de Gilbert en estos días: también Astaná mostró interés por un hipotético fichaje a través de su alma máter Alexandre Vinokorov, compañero de entrenamientos en Mónaco del crack valón. Aunque este posible movimiento ya fue desmentido por Gilbert a principios de marzo, no puede aún descartarse del todo.
Lo único claro es que Gilbert buscará firmar durante el próximo mercado de fichajes un contrato suculento y, sobre todo, largo. Su mánager, Vincent Whathelet, ya habla de buscar un acuerdo “por cuatro años” que le permita rentabilizar el hito de ganar las tres Clásicas de las Árdenas. Gilbert, a quien actualmente se le estima un sueldo de 1’2 millones de euros al año, podría situarse como el mejor pagado del ciclismo mundial la próxima temporada.

El perfecto final para la canción de Vanderbroucke

Si consideramos la muerte un buen final…
16 de Octubre, Arueda.com

Los genios son, muchas veces, canciones. Frank Vandenbroucke, el corredor con más clase desde Jalabert y hasta la aparición de Cancellara, es un genio y por tanto debe tener un tema musical que le vaya como anillo al dedo. Muchos le adjudicarían un blues. Yo le pondría ‘Cemetry Gates’, canción de ‘The Smiths’ de alegre melodía e inquietante letra, que dice en su inicio: «Un temible día soleado te espero en la puerta del cementerio».

La letra de la canción de Vandenbroucke es tan inquietante como la de ‘Cemetry Gates’, mientras que su melodía es si cabe más alegre. Era un corredor fino, casi un artista sobre la bicicleta. Su pedalear con el desarrollo justo para dar demostraciones de poder ha firmado etapas de antología. En España, casi siempre, recordamos la etapa de Ávila; de alguna manera, fue su obra maestra.

Situémonos en el tiempo. Vandenbroucke, VDB para los aficionados, vestía el maillot de Cofidis. Se corría la Vuelta a España de 1999, una de las ediciones más duras que se recuerdan, que a la postre engrosaría el palmarés de Jan Ullrich. VDB llevaba toda la carrera metido en la pomada de la general, defendiéndose con sus exiguas cualidades para la alta montaña para firmar un top15 y, de paso, preparar las clásicas de final de temporada y poder llevarse la general de la añorada Copa del Mundo. Sus ambiciones de cara a los puestos altos de la general se diluyeron ante la terrible competitividad y las inclemencias de un recorrido brutal. En los Rassos de Peguera pegó el petardazo definitivo, dejándose ir con el pelotón para llegar a más de veinte minutos de los primeros.

Ya sin la presión de la clasificación absoluta, o quizá presionado por su fallo, VDB decidió resarcirse. Lo hizo camino de Teruel, con una fuga típica de última semana de vuelta grande donde fue el más listo y el más fuerte para batir al sacrificado Jon Odriozola, que por aquel entonces vestía los colores de Banesto. La ventaja adquirida le permitió entrar de nuevo en la lucha por el simbólico top15 de la general; sin embargo, seguramente eso ya no le importaba. Frank Vandenbroucke era un genio, y una vez sin objetivo claro quería pedalear para disfrutar. También para demostrar que la suspensión interna de mes y medio que acababa de cumplir por su relación con el turbio Dr. Mabuse no iba a afectar a su rendimiento deportivo.

La máxima expresión de esto tuvo lugar tres días después. Se corría una etapa típica, El Escorial – Ávila: media montaña, llegada en el empinado pavés de las Murallas. El día previo, en otra etapa típica con final en el Alto de Abantos, Frank ya hizo de las suyas: sólo un despiste permitió a un fortísimo Roberto Laiseka llevarse la victoria en detrimento del belga. Ahora llegaba una nueva ocasión; Ávila es terreno abonado para el espectáculo. VDB decidió aprovechar esto cuanto antes, y a treinta kilómetros de meta realizó una escabechina. Pero no lo hizo en los dos puertos de primera que se subían aquella jornada, sino en el «flojo» Alto de Navalmoral de segunda categoría.

Allí encendió la máquina y descolgó a casi todos los integrantes de su grupo. Sólo le acompañaban, sufriendo, los cinco mejores de la general (Ullrich, Heras, Tonkov, Igor Galdeano, Chava Jiménez) y dos outsiders como Leonardo Piepoli y Mikel Zarrabeitia. A 500 metros para coronar, incluso, se permitió el lujo de apretar un poco más hasta poner tierra de por medio respecto de los favoritos. Se dejó después atrapar, dejó después que Zarrabeitia se marchara, dejó hacer en definitiva. Cuando Zarra llevaba veinte segundos de ventaja y sólo faltaban dos kilómetros para la meta, arrancó de nuevo. Nadie pudo seguirle, rebasó a Zarrabeitia antes de pasar por la pancarta del último kilómetro y, sobrado, celebró la victoria y la exhibición casi ochocientos metros. Aunque durante toda la Vuelta algunos medios e incluso integrantes del pelotón le criticaran por hacer un trabajo de equipo ilegítimo para Ullrich, todo quedó opacado por este tremendo acto de fuerza y valentía, por esta obra de arte impresionante. De videoteca.

El de Ávila era un Vandenbroucke genial, pero no menos lo era el de la Lieja de aquel mismo año 1999. En entrevistas previas a la carrera se permitió el lujo de anunciar que atacaría en la Côte de la Redoute y nadie podría seguirle. Efectivamente, lo probó en la citada cota; pero su ataque ganador se vio frustrado por la mayoría numérica del equipo Rabobank, que le reintegró al grupo de inmediato. No hubo problema, sólo tuvo que esperar hasta la Côte de Saint Nicolas. Ahí dio el segundo y definitivo hachazo; ni un Boogerd cercano a su cénit ni el por aquel entonces dominador Bartoli pudieron hacer nada.

Podríamos pasar líneas y líneas hablando de gestas de Vandenbroucke. De las auténticas exhibiciones que daba cada vez que se sentía inspirado, de cómo en su temporada de neoprofesional con sólo 20 años fue ya capaz de ganar una etapa del Tour del Mediterráneo. O esas cuatro etapas más la general que se llevó de botín en la Vuelta a Austria de 1996. Pero resulta imprescindible detenerse en la persona, en el Vandenbroucke que nos esperaba en la puerta del cementerio. En aquel genio sin control, talentoso e inestable a partes iguales.

En primer lugar, Frank demostró siempre un carácter arrollador. No sólo por su carisma, sino también por su determinación a la hora de tomar decisiones. Un ejemplo claro fue su cambio de equipo en 1995, dejando a su tío y director deportivo Jean-Luc atrás, yéndose de Lotto para recalar en Mapei. El mejor equipo del mundo para el mejor joven del mundo; por aquel entonces, la estructura dirigida por Giorgio Squinzi estaba recién nacida a partir de CLAS y se encontraba en crecimiento, a pesar de lo cual ya disponía de una plantilla más que interesante.

Fueron los cuatro años que se mantuvo allí, junto al primero de los dos que pasó en Cofidis, aquellos en los que dio un mayor rendimiento deportivo. Desde el affaire provocado por su relación con el Dr. Mabuse en 1999 nada volvió a ser igual; aquellas semanas apartado de la competición por la escuadra gala desestabilizaron su particular esquema mental. En invierno de ese año, de hecho, hizo un amago de dejar el equipo. Se quedó, completó una temporada mediocre y cambió de colores, pasando a Lampre. Allí, en lugar de mediocridad, indisciplina; no se presentaba a las carreras, pasaba de todo. Cavaba su tumba ciclista y personal.

A partir de allí, vida tortuosa en lo personal y en lo profesional. Arrepentimientos, falsas redenciones, nuevos pasos al cementerio en temibles días soleados. Ocho años y siete equipos: Domo, Quick Step, Fassa Bortolo, MrBookmaker – Unibet, Acqua e Sapone, Mitshubishi y Cinelli. Ocho años con pocos días buenos: el Tour de Flandes de 2003, donde fue segundo tras Van Petegem; su aceptable campaña de clásicas en Fassa Bortolo, donde no cumplió las expectativas. Ocho años que estuvieron repletos de tormenta, de entrenamientos sin completar y espantadas; pero también de preocupantes flirteos con el dopaje y la locura. Disparos al techo, chantajes emocionales, drogas de todo tipo. Vetado por los organizadores de las grandes carreras, Frank Vandenbroucke era ya sólo una sombra que de vez en cuando se materializaba para ilusionar a todos los aficionados con un posible retorno.


En los días previos a su trágica y misteriosa muerte senegalesa, de hecho, había anunciado una nueva vuelta a la competición. Apareció en el ambiente ciclista a raíz de los Campeonatos del Mundo, escenificando un acuerdo con su antiguo preparador físico Aldo Sassi para que le ayudara a ser el que fue. Había apuntado intenciones reales para ello, en otro temible día soleado, ganando una etapa de la modesta Boucle de l’Artois. Se decía, tal y como mencionó Carlos Arribas en El País, que tenía un acuerdo con Joxean Fernández ‘Matxin’ para el nuevo proyecto que el director vasco prepara a partir de Fuji – Servetto.

De nuevo, todo acabó un temible día soleado. Vandenbroucke pasó la noche con una mujer senegalesa en la habitación de una pensión, donde al parecer se administró una sobredosis de medicamentos. Era demasiado, al final cruzó la puerta del cementerio y nos dejó a todos un poco huérfanos del superclase al que aún esperábamos. Era el final perfecto, oscuro, para la vida de un genio como ha sido Frank Vandenbroucke. Siempre y cuando consideremos la muerte un buen final.