Gilbert triunfa en Lieja ante unos Schleck domésticos

La imagen de Philippe Gilbert entrando en meta primero, triunfante y arrollador, no ha sido extraña para los aficionados al ciclismo esta primavera. En apenas diez días se ha producido cuatro veces. En Flecha Brabançona ganó un esprint mano a mano a su vecino Bjorn Leukemans. En Amstel Gold Race jugó con acierto su As. En Flecha su arrancada lejana en Huy fue, sencillamente, inapelable. Hoy, en Lieja, no ha tenido rivales desde que en la cota de la Roche aux Faucons dejó atrás al resto de los favoritos y se marchó con los inofensivos hermanos Schleck.

En días como hoy resulta sencillo ironizar con el parentesco de Andy y Frank Schleck. Son hermanos; a veces se les identifica como gemelos o siameses por mantenerse uno junto al otro en casi todas las situaciones de la carrera; hoy parecieron auténticos primos. Los luxemburgueses se vieron obligados a quemar a todos sus coequipiers de Leopard Trek para seguir en carrera, como hizo Gilbert con los suyos de Omega, y lanzaron su apuesta en la citada Roche aux Faucons, llevándose al superclase belga a su rueda y abriendo rápidamente un hueco que se sabía decisivo. A partir de ahí no quedaba sino proseguir con los relevos hasta llegar a la subida de Saint-Nicolas, presumible escenario de la primera sucesión de demarrajes contra el impresionante valón de Omega Pharma.
Ésta no acaeció. Los Schleck, inermes, fueron humillados por un ataque colosal de Gilbert: Andy no pudo resistirle, y Frank lo hizo a muy duras penas. El valón consintió el reagrupamiento en el descenso y el llano posteriores y, lejos de hallar contestación a su espectacular derroche de talento, se encontró con docilidad y relevos. Leopardos domésticos, llevaron a Gilbert en volandas en la cota final de Ans hasta que el belga decidió que era momento de esprintar por la victoria y superó a los hermanos luxemburgueses, claramente inferiores en fuerzas y poco avezados en su táctica.
Con este triunfo, Gilbert entra por la puerta grande al olimpo ciclista. Suma un segundo Monumento a su palmarés (tras Lombardía) y, sobre todo, consuma una gesta con un único precedente en toda la historia: ganar las tres Clásicas de las Árdenas en el mismo año, hito sólo alcanzado por Davide Rebellin en 2004. En este tríptico, Gilbert fue el más listo y también más fuerte, y contó además con un equipo solvente aunque no avasallador, un Omega Pharma cuyos elementos (De Greef, Van der Broeck, Vanendert) fueron suficientes para arropar al valón y facilitarle una serie de triunfos que justifica la temporada no sólo del crack, sino de la escuadra completa.

Foto: The Telegraph
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Las Bielas de Lieja

A lo innoble se le gana con nobleza. No hay mejor manera de dejar en evidencia a quienes les falta coraje que con un corajudo pasándoles la mano por la cara. Hoy Andy Schleck y todo el equipo Saxo Bank ha dejado en evidencia a todos los tuertos que se pretenden reyes, desnudos, en el país de los ciegos. Cuando realmente no son más que pequeñoburgueses sin un ápice de coraje y, lo que es peor, con una capacidad de aprendizaje nula

1. Ya les pasó en la Amstel Gold Race. Eso es lo peor. En los ‘berg’ holandeses, una terna de segundo nivel llegó con ventaja a meta y ocupó el podio, apartando a los grandes (¿grandes?) de la gloria que no se merecían. Porque tenían un kilómetro por delante y a los fugados a tiro de piedra, sólo había que acelerar con decisión y confiar en las propias fuerzas. Pero se especuló, se especuló y se fue el caballo. Victoria para una medianía de clase baja rusa llamada Serguei Ivanov, segundo puesto para una medianía de clase alta como Kastern Kroon, tercer puesto para un futuro ‘top’ llamado Robert Gesink. El resto, con perdón, a chuparla.
Hoy han vuelto a hacer prácticamente lo mismo, pero con el agravante de que había más de un favorito con coequipiers que podían trabajar para él. Alejandro Valverde llevaba a ‘Purito’, Davide Rebellin llevaba a Scarponi. Por citar dos ejemplos. Los dos gregarios tiraron a la risa tonta, sin convicción ninguna y conscientes de que, tal vez, quienes debían agarrar el toro por los cuernos y contrarrestar el ataque ganador de Andy Schleck eran sus propios líderes, o bien ellos como segundas espadas pero sin arrastrar de nadie. Se prefirió, en cambio, esperar a que de repente Schleck estallara en llamas y entonces hubiera oportunidad para la hueste pequeñoburguesa.
2. Sin embargo, la combustión espontánea es un misterio tan insondable… esta vez no vino en ayuda de los reyes desnudos. Cuánto les queda por aprender, no ya del propio Schleck y de un Saxo Bank que ha funcionado tácticamente a las mil maravillas, sino del valón Philippe Gilbert. El de Silence – Lotto jugó a ganador aunque no tenía piernas para ello, quizá sólo por venganza respecto de un Cadel Evans a quien ha criticado públicamente estos días; el ambiente en el equipo parece no ser bueno. Luego de su ataque, Gilbert sufrió y fue rebasado por Andy Schleck, que le desfondó en apenas cien metros. Aguantó después a rueda de los ¿grandes? y les metió el dedo en el ojo ya en Ans: casi consigue el tercer puesto, justísimo premio para su arrojo.
¿De quién más pueden aprender? Tal vez vendrá bien tener ejemplos negativos a mano. Uno: Damiano Cunego, superclase reconocido casi unánimemente. Yo, al menos, tengo debilidad por él a pesar de haber tenido un roce personal en una Clásica de Almería. Ha hecho una campaña de clásicas infame que no se refleja en unos puestos, 5-3-7, inmerecidos a todas luces. No ha aparecido, y su caso es más sangrante que el de otros por cuanto las Ardenas, se supone, eran su objetivo de la temporada. Otro ejemplo: Alejandro Valverde, uno de esos ‘otros’ para los cuales la mira del revólver se sitúa en otro lugar diferente a las Ardenas. Aunque eso no le salva de la quema: es indigno que uno de los tres mejores ciclistas del mundo tenga por bagaje un 21-7-19. Esprinta al menos por las migajas, por favor, aunque no sea fácil con la gente del CONI molestando cada dos por tres.
3. La verdad, estoy un poco desencantado. Dejando aparte que mi vida personal no sea en estos momentos la ideal, que las ideas no me vengan y que me sea imposible escribir buenos textos por una suerte de bloqueo un poco triste, la verdad es que estas demostraciones de falta de nobleza en el deporte más noble de siempre me enervan. El verdadero problema del ciclismo no es tanto el dopaje como la falta de coraje y espectáculo; pregunten a un aficionado a la NBA si le decepcionaría saber que los gladiadores a los cuales aplaude en pabellones y sigue por televisión están rellenos de sustancias exógenas para incrementar su rendimiento. No le importaría porque seguiría viendo a unos hombres batirse el cobre con entrega, llevar a cabo movimientos tácticos en algunos casos intrincados, dejarse la piel por su contrato.
Nosotros, en cambio… nos encontramos con un panorama triste, donde el dopaje y la evolución ha dejado tras de sí una cuadra de pedalistas que no saben tomar decisiones y, lo más importante, no conocen sus cualidades. No saben dónde está su límite, no lo prueban siquiera porque están siempre a rueda. Les falta ambición, les sobra teledirección, les falta también el punto de orgullo que hoy han tenido Andy Schleck y Philippe Gilbert.