El Tour de los Quince: primer balance

En la previa del Tour de Francia, en Arueda.com seleccionamos a los Quince. Eran los máximos favoritos, los llamados a copar las primeras posiciones de la clasificación general en la gran ronda francesa. Una semana de competición después, tras dos jornadas de montaña (la inocua de Station des Rousses y la decisiva de ayer en Morzine-Avoiraz), una crono y una etapa de pavés que les han obligado a jugar sus bazas, hacemos balance y análisis del rendimiento y las opciones de nuestros Quince.
Alberto Contador (3º a 1’01”) Sensaciones encontradas para el pinteño. La prestación de su equipo durante toda esta semana ha sido ideal: Vinokourov se sacrificó por él en el pavés, Noval le protegió en el llano y el resto reservó energía al máximo para llegar a las etapas de montaña en plenitud de condiciones y avasallar como de hecho lo hicieron. Su actuación, sin embargo, no fue tan sólida como la de su Astaná. Y es que, si bien se mostró tranquilo y en buenas condiciones, cedió unos pocos segundos evitables la jornada de pavés (en principio por una avería mecánica) y otros ayer en Avoiraz, cuando no fue capaz de responder a un ataque de Andy Schleck. La pregunta ahora es si tendrán continuidad esas vacilaciones.
Carlos Sastre (12º a 2’40”) El abulense se ha limitado a estar en su sitio esta primera semana, con pérdidas moderadas que le mantienen en la pomada pero no en primera línea. Su mejor baza es esperar a la tercera semana, donde goza de un puntito extra del que la mayoría carece, y lo sabe. Aunque también debe tener claro que, para subir al podio de París, deberá arriesgar en algún momento.
Samuel Sánchez (9º a 2’15”) Fue protagonista en la etapa de ayer, pero representó un papel poco honroso. Se le vio con buenas piernas, bien situado, y de hecho fue el único en contestar al ataque postrero de Andy Schleck. Y le dio continuidad, tomando el peso de la escaramuza y cediéndole en bandeja la victoria al luxemburugés. El resto de la primera semana se ha mostrado listo para la batalla, aunque quizá perdió en el prólogo más tiempo del conveniente.
Luis León Sánchez (20º a 5’03”) El murciano estuvo vigoroso durante toda la primera semana, pero empañó su actuación en la etapa de ayer al ceder en la ascensión final a Avoiraz. No se adaptó bien al alto ritmo impuesto por Astaná en unos puertos empinados, más aptos para escaladores ligeros que para trotones para él. Ése es el hándicap que se encontrará durante toda su carrera si, efectivamente, decide centrarse en luchar por la general de las grandes vueltas.
Iván Basso (13º a 2’41”) El italiano, como Sastre, apenas ha asomado durante las primeras etapas de este Tour. Ha realizado, de hecho, una carrera clónica a la del abulense, cediendo lo lógico para sus características en pavé y prólogo y aguantando el ritmo en montaña. Espera, también, a la tercera semana. Y, como no, deberá moverse para aspirar a un peldaño del podio de París…
Roman Kreuziger (7º a 1’45”) El checo se ha mostrado sólido, lo cual es de valorar hablando de un ciclista de 23 años. Bien situado en prólogo y pavés, ha tenido suerte con las caídas y libró bien el día de ayer en Avoiraz, donde incluso ensayó un ataque que Contador no permitió prosperar. Su momento pordría llegar con los puertos tendidos de Pirineos.
Bradley Wiggins (14º a 2’45”) El británico cuenta con un equipo de calidad como Sky a su servicio y ha hecho un uso adecuado de él. Gracias a sus coequipiers, por ejemplo, recortó en el pavés parte del tiempo perdido en el prólogo; ayer, ellos fueron los que dieron el tirón decisivo para dejar descolgado a Lance Armstrong en el Col de Ramaz. Luego, en Avoiraz, fue Wiggins quien se descolgó, asfixiado por el ritmo de Dani Navarro. Por fortuna, contó con Thomas Lövkist para echarle una mano y minimizar pérdidas en meta. Lo que no pudo limitar, por desgracia, fueron unas sensaciones no demasiado positivas respecto del resto de favoritos.
Cadel Evans (Líder) El australiano ha salvado con matrícula de honor esta semana, y prueba fehaciente de ello es el maillot amarillo del que es portador en este momento. Bien en el prólogo, magnífico en el pavés, dominó la situación en montaña y fruto de ello llegó a lo más alto de la general. Su problema es ahora la defensa del liderato con un equipo, BMC, que no está ni mucho menos a la altura de las circunstancias. Es su gran talón de Aquiles.
Michael Rogers (10º a 2’31”) El australiano anduvo en las mismas posiciones que Sastre o Basso, pero la lectura de su caso debe ser algo distina a la realizada con español e italiano. Él es un rodador, y es por ello que en esta primera semana debiera haber aprovechado para poner algo de tierra de por medio y coger colchón para que pérdidas como la de ayer (apenas diez segundos en tiempo, algo más en estado de ánimo) no pesen como una losa sobre sus opciones de salir triunfante de este Tour.
Lance Armstrong (39º a 13’26”) El gran derrotado de entre los Quince. Y posiblemente el gran derrotado de lo que llevamos de temporada ciclista. Fue humillado ayer por tres generaciones posteriores a la suya, generaciones a las cuales veía derrotables cuando anunció su ‘comeback’ hace dos años. Perdió casi doce minutos en lo que se supone el fin de su ciclo en la cima del deporte. Además, ha dejado de tener la suerte del campeón, viéndose afectado constantemente por caídas que limitaban su rendimiento. De aquí a París deberá centrarse en labores de equipo, tales como filtrarse en fugas o ayudar a su compañero en RadioShack Levi Leipheimer, que sí se encuentra en la pomada con los favoritos.
Andy Schleck (2º a 20”) La cara A de Saxo Bank. Podría haber sido uno de los perdedores más significativos de la primera semana y, en cambio, ha acabado siendo uno de los ganadores. Camino de Spa sufrió una tremenda caída que casi le deja KO para la general; pero la labor de Cancellara y el sindicalismo ciclista impidió que fuera así, permitiéndole entrar en el tiempo del grupo de favoritos. Al día siguiente, en el pavés de Arenberg, armó el zafarrancho junto al propio Cancellara y distanció a la gran mayoría de contendientes por la general. Y para rematar consiguió ayer la victoria en la cima de Morzine gracias a la ingenuidad de Samuel Sánchez. Ahora, segundo en la general, su colocación es inmejorable para llegar a las cotas más altas.
Frank Schleck (Abandono) La cara B de Saxo Bank. Fue el gran damnificado del pavés de Arenberg; allí sufrió una caída y se fracturó la clavícula, dejando la carrera y con ello a su hermano sin su gran apoyo para la montaña y a nosotros con sólo Catorce favoritos. Ya en casa, se concentra en su nuevo gran objetivo: la Vuelta a España.
Denis Menchov (5º a 1’10”) El ruso ha sido el que más y mejor ha combinado solidez con ese mate, ausencia de brillo, que le convierte en el auténtico tapado de la carrera. Sobresaliente tanto en el prólogo como en el pavés, estuvo en su sitio en la montaña de Avoiraz. Y punto. Se encuentra bien situado y parece capaz de protagonizar cualquier escena, desde el triunfo más glorioso hasta la derrota más bochornosa.
Robert Gesink (11º a 2’37”) Afectado por una caída en Arenberg cuando mejor se encontraba, está en el mismo punto que Basso y Sastre. En su contra, sin embargo, están el hecho de que no es aún un fondista consagrado y que las sensaciones no son las mejores: aún no ha mostrado su proverbial agresividad en montaña. Una auténtica incógnita…
Jurgen Van der Broeck (4º a 1’03”) El belga, quizá la apuesta más arriesgada de entre los Quince, está respondiendo maravillosamente a todas las exigencias que le plantea la carrera. Ha estado en segunda fila en todas las circunstancias, ayer incluso se atrevió a lanzar un ataque que resultó infame al no ser capaz de despegarse ni un metro del grupo de favoritos. Luego aguantó dentro de él, lo que ya supone un mérito suficiente. La duda es si su aparente imperturbabilidad seguirá presente con el paso de los días.

"Podemos completar una Vuelta excelente"

Entrevista a Bjarne Riis
13 de Septiembre, Arueda.com

Fue un capo del ciclismo mundial cuando estaba subido en la bicicleta. Ahora, algo más de diez años después de haberla colgado, lo sigue siendo. Como ciclista, Bjarne Riis (1964, Herning-Dinamarca) fue uno de los corredores más destacados de la década de los noventa. Formó parte de la segunda línea mundial hasta que en 1996 ganó el Tour de Francia, destronando al gran Miguel Indurain y con un superclase como Jan Ullrich a su servicio. Sin embargo, esta victoria estará siempre en entredicho por el equipo donde estaba enrolado, aquel Telekom del cual parte de la plantilla ha confesado el uso sistemático de EPO en aquel tiempo.

Riis es actualmente el propietario del equipo Saxo Bank, antiguo CSC, uno de los mejores equipos del mundo. De él dependen los destinos de corredores tan conocidos como Fabian Cancellara y los hermanos Frank y Andy Schleck. Ese es su poder teórico. El fáctico para formar parte de los grandes grupos de fuerza del ciclismo mundial es aún mayor. Tuvo la deferencia de atendernos el pasado sábado 12 en la salida de la Vuelta a España en el pueblo almeriense de Berja.


¿Cómo va la Vuelta para el Saxo Bank?
Bien. Tuvimos un inicio muy bueno con Fabian Cancellara, ganando el prólogo y la contrarreloj y vistiendo una semana el maillot oro. Hasta ahora, el balance es positivo.

Las expectativas del equipo para la general con Jakob Fulgsang, sin embargo, no han llegado a colmarse.
Realmente no, porque tuvo una mala caída en Bélgica y eso contrarrestó su buen momento de forma. Ahora mismo está recuperándose y esperamos que esté al cien por cien para la tercera semana.

Fulgsang es una de las grandes promesas del ciclismo internacional. ¿Cómo lo ves en el futuro?
Creo que es un chico fuerte, puede hacer cosas importantes en las grandes vueltas dentro de unos años.

¿Lo ves en el podio de una gran vuelta? ¿Incluso ganando?
Es muy pronto para decirlo. De cualquier manera, tiene un potencial enorme.

Siguiendo con ciclistas de tu equipo, ¿cómo va a llegar Cancellara a los Campeonatos del Mundo?
Bueno, hoy [por el sábado] es su último día en carrera y su preparación aquí ha sido satisfactoria. Ahora volverá a casa, se recuperará durante unos días y después hará entrenamientos específicos para la cita. Estará en plena forma en Mendrisio.

La gran decepción de la Vuelta para tu equipo ha sido, sin duda alguna, la actuación de los hermanos Schleck.
Andy estaba enfermo y cuando uno está enfermo debe parar; más teniendo un objetivo como el Mundial tan cerca. En cuanto a Frank, sabíamos el problema que arrastraba en la rodilla, podría haber continuado forzando pero preferimos que se retirara para pasar por el quirófano. De hecho, se operó el viernes.

Hablando de Andy Schleck, el semanario Meta2Mil publicó en su edición de esta semana que la noche antes de su retirada salió de fiesta…
¿Tú los crees?

No sé si creerlos. Meta2Mil no suele aventurarse con rumores polémicos, y cuando lo hace casi siempre lleva razón.
No los creas. No es cierto.

¿Por qué iba Meta2Mil a mentir acerca de Andy, sin ningún motivo concreto?
Esa es exactamente mi pregunta.

¿Cómo sería esta Vuelta perfecta para el Saxo Bank?
Creo que ganar una etapa en la última semana completaría una Vuelta excelente para nosotros, y para ello trabajaremos. Hemos tenido bastante presencia en esta carrera, para mí las cosas han ido bien.

¿Veremos a Matti Breschel prodigarse en los esprints de la última semana?
Sí, cada vez se está encontrando mejor y creo que le veremos luchar por la victoria en alguna que otra etapa.

¿Cuál es el balance de tu equipo esta temporada?
Creo que podemos estar contentos. Somos un equipo fuerte, hemos tenido buenos resultados. Hemos tenido mucha presencia en las clásicas, así como en el Tour e incluso en la Vuelta. Estuvimos bien desde el principio, somos un equipo que hace buenas actuaciones durante toda la temporada. El balance es, en definitiva, es muy bueno.

Saxo Bank es uno de los equipos más potentes del mundo. Una muestra fueron los Juegos Olímpicos, en cuya carrera en línea tres de los seis primeros fueron corredores del equipo. Te sentirías orgulloso aquel día…
Sí, sin duda. Siempre es un motivo de orgullo ver a tus chicos arriba.

Por último, de cara a 2010, ¿habrá algún refuerzo más aparte de los ya anunciados de Laurent Didier y Jonas Jörgensen?
Sí, tenemos un par de corredores con los que estamos hablando. Sin embargo, no es oficial aún y no se puede decir nada.

Sueños que se culminan en el Mont Ventoux

Arueda.com

“He soñado que me cogía Alberto. He soñado que me cogía y me dejaba ganar”. Palabras de Juanma Gárate. Hay veces que los sueños se hacen realidad, al menos en parte. En los sueños del aficionado al ciclismo español para la etapa de hoy quizá hubiera algún nombre diferente para el ganador, pero el desarrollo difícilmente podría haber sido mejor. Etapa para el irundarra Juanma Gárate, general para el pinteño Alberto Contador.

La apuesta de los organizadores del Tour de Francia al situar la subida decisiva al Mont Ventoux el penúltimo día era muy arriesgada. Ha sido muy denostada, se hablaba de que el conservadurismo imperante en los planteamientos tácticos de los principales favoritos convertiría el Tour de Francia en una clásica. Todo se iba a determinar en la vigésima etapa, el resto de la carrera iba a estar completamente descafeinada.

La apuesta de los organizadores salió bien

Sin embargo, esta vez los ciclistas han dado la razón a los organizadores. Los desautorizaron con la triste protesta por el experimento del día sin pinganillo. Hoy les han guiñado el ojo y les han trazado el camino a seguir: el último día decisivo no debe ser una contrarreloj, sino un final en alto cuya dificultad permita el movimiento de los favoritos de la clasificación general. Así habrá emoción como la que hemos tenido hoy, donde sólo estaba definido el maillot amarillo merced al dominio de Contador. El resto estaba en el aire, en el aire que sopla en el Mont Ventoux.

Ha sido una hora de ciclismo para el recuerdo. Antes ha habido poca tela por cortar para el aficionado, pero mucha para el corredor: el ritmo al que se desarrollaron los 167 kilómetros de recorrido fue altísimo. La fatiga se acumuló, y ello favoreció que al pie del Mont Ventoux apenas llegaran una veintena de ciclistas en el pelotón. El resto, damnificados y en muchos casos desmotivados (Evans, Sastre, Menchov…), decidieron dejarse ir en vista del elevado paso marcado por un Astaná que perseguía la fuga de dieciocho hombres que viajaba en cabeza.

El Mont Ventoux define la carrera

Dicha fuga había llegado a alcanzar los nueve minutos de ventaja, exagerados, a cincuenta de meta. A cuarenta, llevaban 8:25. A veinte, tan sólo 4:34; una sencilla muestra de cómo de rápido rodó Astaná. Se empezó a subir el Mont Ventoux y, por delante, muy pronto se marcharon en cabeza tres ciclistas. El jovencísimo alemán Tony Martin (Columbia) cogió el peso y era quien más relevaba; Juan Manuel Gárate (Rabobank) iba muy fuerte, pero más escondido; el combativo Christophe Riblon (AG2R) intentaba agarrarse a la rueda de los dos primeros, pero acabó cediendo mediada la subida. El gran reto era mantener la serenidad para así conservar también la distancia, algo difícil con la guerra que se montaba atrás…

En el grupo de favoritos, Saxo Bank tomó la iniciativa. Chris Anker y Nicki Sörensen quemaron sus naves en cinco kilómetros, suficientes para seleccionar aún más el paquete y dejarlo en poco más de una decena de ciclistas. Preparaban el terreno para el ataque de un Andy Schleck devastador, fortísimo, que se destacaba una y otra vez para que su hermano Frank le cogiera rueda con objeto de dejar atrás a Lance Armstrong, su gran rival por el tercer cajón del podio. Pero no hubo manera; Frank no le seguía. Su sombra era siempre Contador.

Varios kilómetros pasaron Schleck y Contador con un centenar de metros respecto a Wiggins, Klöden, Armstrong y Frank Schleck, que se marcaban descaradamente en su lucha por el podio. A su alrededor, secundarios como Jurgen Van der Broeck (Silence) o los hombres de Liquigas Roman Kreuziger y Vincenzo Nibali. Precisamente este último encendió las alarmas con un ataque que nadie respondió y le llevó hasta la rueda de Contador y Andy. Se metía con los grandes, hacía distancia, estaba a sólo dos minutos del podio.

Nibali casi dio la vuelta a la tortilla

La ventaja crecía paulatinamente, ya sólo le quedaba un minuto más que recortar para colocarse tercero en la general y forzó la reacción trasera. Klöden impuso una aceleración que llevó al resto de contendientes por el podio hasta la rueda del trío destacado, eliminándose de paso para la lucha por el podio. Andreas Klöden sacrificó sus opciones por Armstrong; trabajo de equipo. Quedaba así un grupo de una decena de corredores que se miraban tensamente, mientras por detrás entraban nuevos actores: Franco Pellizotti, vistiendo el maillot de topos rojos, demarraba y se marchaba en busca de Martin y Gárate, apenas con un minuto de ventaja en cabeza. El resto, vigilantes.

Unos kilómetros después, los Schleck intentaron unos últimos demarrajes que tuvieron como víctimas a Wiggins, sufridor, y a un Nibali que pagó el esfuerzo. Armstrong y Contador, sin embargo, se mantenían a rueda; el checo Kreuziger, que ha esperado al último día para mostrar lo que muchos expertos aseguran, que es un superclase capaz de ganar el Tour en unos años. De poco sirvió a los de Saxo Bank esos últimos tirones; apenas para cazar a Pellizotti, que aún marchaba destacado. El podio era ya inabordable; la victoria de etapa, también.

La victoria en la cima, entre Gárate y Martin

Se la jugarían por delante Gárate y Martin. Algo más de cuarenta segundos de ventaja eran suficientes. El irundarra encendió la mecha a un kilómetro y medio de meta, con un ataque alegre que fue neutralizado por el potentísimo Martin a los pocos segundos. Siguió el alemán tirando, y con ello regaló la etapa a un Gárate que sólo tuvo que tensar a doscientos metros de meta para hacerse con la victoria.

Una victoria, sin duda, especial. Soñada, aunque de otra manera. A sus 33 años, culmina una carrera meritoria, más valorada fuera de España que en territorio nacional, donde brillan es especial dos cuartos lugares en sendos Giros de Italia y un campeonato de España. Desde ahora, también, brillará otro hito: uno de los pocos ciclistas del mundo capaces de ganar en las tres grandes vueltas. En la Vuelta’02, vestido de Lampre, ganó en Vinaroz. En el Giro’06, vestido de Saunier, ganó en San Pellegrino. En el Tour’09, vestido de Rabobank, ganó en el Mont Ventoux. Sueños de cualquier ciclista que para él se han hecho realidad.

Victoria del Ciclismo en París – Niza

Contador casi devuelve la moneda a Luis León

No podía quedar así, no podía quedar la imagen de Alberto Contador como la de un ciclista roto, que pierde dos minutos en tres kilómetros y se deja la carrera por una ambición exagerada. Para eliminarla de la retina del aficionado quedaban algo más de cien kilómetros por los alrededores de Niza, tradicionales, con tres puertos catalogados de primera aunque tendentes más a la segunda categoría: Porte, Turbie, Eze. Luis León Sánchez sabía lo que iba a venir, conoce a Contador como coetáneo y compañero de equipo varias temporadas; el de Pinto iba a atacar desde el inicio.

Y, efectivamente, sucedió. En las primeras estribaciones del larguísimo Col de Porte se formaba un grupo de veinticinco ciclistas donde entraban dos coequipiers del superclase madrileño, el kazajo Dyachenko y un Popovych que parece ser la segunda mejor arma de un Astaná que ha mostrado una imagen deplorable, Contador aparte. El Caisse d’Épargne del líder Luis León, por su parte, filtraba a Óscar Pereiro y David López, sabedor de que aquello no hacía más que comenzar. Cuando la fuga tenía una veintena de segundos, Contador saltó del pelotón. Se pusieron entonces los astros del lado del corredor de Astaná, o más bien en contra de un Luis León que pinchaba en dos ocasiones consecutivas. Ello obligo a su equipo a esperar, frenar el pelotón y dejar marchar a Contador hacia la gesta.

Pasó el madrileño como un obús por el grupo de fugados, quien pueda que me siga, y sólo pudieron a la postre otros cuatro ciclistas entre los cuales no estaba -significativamente- ninguno de sus coequipiers: el estonio Rein Taaramae (Cofidis), el francés Sandy Casar (Française des Jeux) y los nacionales Aitor Hernández (Euskaltel)… y David López. Hizo camino junto a ellos, fueron útiles Casar y Taaramae en la transición entre Porte y Turbie hasta caer desfondados, primero el joven estonio y luego el curtido francés. Hernández, por su parte, no podía dar más de sí y cedió a las primeras de cambio, si bien su combatividad y el cierto punto de descaro mostrados merecen un reconocimiento. David López, por su parte, se limitó a rodar el último del grupo y esperar a que desde el coche le mandaran esperar para tirar del pelotón…

Un pelotón donde las alianzas e intereses comunes tomaron presencia a partir de que Contador alcanzara, pasado el Col de Porte, los 2:30 de ventaja, una diferencia que le colocaba líder virtual. Caisse d’Épargne estaba superado, sólo Perget y un Pereiro cuya buena actitud quedaba opacada por un mal momento de forma daban el ancho; no era suficiente. Quick Step y Saxo Bank no tuvieron más remedio que colaborar, dado que veían amenazados los puestos de podio de Sylvain Chavanel y Frank Schleck, respectivamente.

La distancia bajaba en el llano y la bajada, en algún momento el grupo de Contador parecía estar cazado al mantener sólo quince segundos de ventaja con más de treinta kilómetros hasta meta. Sin embargo, cuando llegaba la subida se entraba en terreno del madrileño; y ahí ni Perget, ni Sörensen, ni Pineau, ni tantos otros que relevaban en el pelotón… ni todos juntos podían con el madrileño, que incrementaba su ventaja para poder soñar ya no con la general, sino al menos con la victoria de etapa. En los descensos, por contra, la historia seguía discurriendo al revés.

Una vez pasado La Turbie, la gesta de Contador ya no era posible; el maillot amarillo estaba demasiado lejos. Su enconada lucha individual contra el gran grupo había terminado con el resultado lógico. Saxo Bank cejó entonces en el empeño de perseguir, dejándole la tostada a un David López que no pudo resistir con Contador y ahora tiraba de Luis León. El madrileño volvía a marcharse poco a poco, hasta que un agresivo Toni Colom (Katusha) demarraba y se llevaba consigo a Frank Schleck, que veía la oportunidad de asaltar el segundo lugar de Chavanel en la general. Después se unía a ellos un Cadel Evans que debió sentirse raro atacando. Siempre tiene que haber una primera vez, pensaría el australiano de Silence. Luis León Sánchez, mientras tanto, hacía gala de una sangre fría extraordinaria y confiaba en el trabajo del voluntarioso David López.

Se coronó Eze y la aventura de Contador tocaba a su fin. El campeón madrileño poseía una ventaja exigua de trece segundos respecto al trío perseguido, que se convirtió en dúo cuando Evans dejó ver de nuevo sus pésimas dotes de bajador, ilógicas en un corredor supuestamente habilidoso al venir del mountain bike. Fue finalmente absorbido a poco más de diez kilómetros de meta, en plena bajada, y trató de colaborar con dos hombres que tiraban con una fuerza inusitada pues las circunstancias le acercaban sus objetivos: Colom era de largo más rápido que Contador y Schleck, lo cual le daba la victoria de etapa; Schleck, por su parte, recibía noticias de que a Chavanel se le había salido la cadena, lo cual ampliaba opciones de robar al francés el segundo cajón del podio.

Al entrar al Boulevard de los Ingleses todo parecía definido como finalmente se definió. Luis León iba en un grupito de diez donde había empalmado Chavanel, controlando las distancias sabedor de que se iba a llevar holgada y merecidamente la prueba. Schleck sabía que a su rival francés la avería le había costado ciertos segundos, lo cual le encaramaría a la segunda posición en la general final; incluso se permitió el lujo de dar un último relevo potente para después dejarse ir y no disputar el sprint. Toni Colom, por su parte, tenía la victoria casi asegurada y conseguía así el objetivo que tanto había buscado en esta París – Niza a pesar de un último golpe de riñón de Contador…

Contador. Estadísticamente se quedó sin recompensa. Moralmente, sin embargo, ha sido el gran triunfador: se ha revindicado como ciclista y como campeón. Además, desde este momento su faceta de celebridad puede ir ‘in crescendo’ sin muchas dificultades a poco que maneje bien su entorno mediático. Por último, no cabe duda de que esta experiencia será muy valiosa; ya decía Armstrong en su Twitter que le quedaba mucho que aprender. Ahora le queda un poco menos.

Pero, sobre todo, el que gran beneficiado hoy es el ciclismo. En estos tiempos de polémicas entre grandes vueltas, dopaje y debate sobre el pinganillo, son de agradecer jornadas de competición pura como la de hoy. Los líderes ya no escudan en equipos, ni se excusan en calendarios; ahora demuestras su condición de ‘grandes’ desde el primer hasta el último minuto de temporada. Eso lo agradece el aficionado fiel, también el aficionado medio al que los nombres llaman más cuando detrás hay hombres. Cuando hay la consciencia de que viendo hoy a Luis León vemos el principio de un próximo líder mundial. Cuando viendo hoy a Contador sabemos que observamos el principio de una auténtica leyenda.

París – Niza estalló en las manos de Contador

A treinta kilómetros de la meta se coronó el Puerto de primera de la Bourgaille en la séptima etapa de la París – Niza. Se acababa de formar un grupo casi perfecto para los intereses españoles: Alberto Contador (Astaná), líder de la prueba, junto al poderoso rodador Luis León Sánchez (Caisse d’Épargne), segundo en la general, y el escalador Toni Colom (Katusha), noveno. Por detrás, Frank Schleck (Saxo Bank) no podía mantener el ritmo y esperaba a su compañero Jens Voigt para intentar entrar en el grupo de los españoles. El resto de favoritos, incapaces, se organizaban esperando minimizar el tiempo perdido en meta.

La situación no podía ser mejor, la manera de llegar a ella tampoco. Todo había empezado con una fuga de una decena de corredores, donde viajaban Juan Antonio Flecha y Joan Horrach y de la cual el último superviviente fue un Martin Velits (Milram) que sólo fue cazado por el trío de españoles formado al final de la Bourgaille. La selección en el pelotón la llevaron a cabo los voluntariosos hombres de Cofidis; Remi Pauriol y Amaël Moinard, entre otros, se vaciaron para acercar a la victoria a un David Moncoutié al cual se le acabó la gasolina demasiado pronto. Empezaron entonces los ataques, donde tomó la voz cantante un Toni Colom que primero redujo el grupo a sólo ocho ciclistas. Luego, su aceleración sólo pudo ser respondida (y continuada) por Contador primero y Luis León después.

Fue entonces cuando se coronó la Bourgaille y todo parecía dispuesto para la entente. A Luis León le interesaba la general, asegurarse un puesto en el podio utilizando su potentísimo motor durante el descenso jalonado de repechos camino de Fayence; los anhelos de Colom iban por la etapa. Contador, por su parte, se hubiera quitado de un plumazo a todos los rivales menos el murciano de Caisse d’Épargne, una bendición si tenemos en cuenta que en la salida había cuatro ciclistas más en disposición de asaltar su liderato.

Hubo entonces momento para el recuerdo. La memoria nos retraía al “¡¡Luisle, Luisle!!” gritado por Contador hace dos años, camino de Cannes en la penúltima etapa de la propia París – Niza, cuando Luis León no quiso esperar al superclase madrileño de Astaná, que de haber ido con él se hubiera puesto de líder en una carrera que a la postre sería suya. Fue un momento de desacuerdo, en el cual un ambicioso Contador no quiso hacer un trato y ceder al murciano la victoria de etapa a cambio de quedarse con el liderato. Pudo haberse arrepentido. Esta vez, seguramente, se arrepentirá.

El recuerdo se convirtió en un fantasma que se pasó para saludar y complicarlo todo. Por detrás, Sylvain Chavanel (Quick Step) se había unido al dúo de Saxo Bank y conseguía reducir distancias respecto al trío de cabeza. El acuerdo tenía que llegar sí o sí, Luis León se acercó a Contador e intentó hablarle. El madrileño, demasiado altivo, no quiso saber nada y sí mantener sus opciones de llevárselo todo. Pasaba con menor fuerza al relevo porque era el líder y teóricamente no tenía tantos intereses como sus compañeros porque esa aventura llegara a buen puerto; su negativa a ceder nada resultó demasiado irritante.

Cuando los perseguidores alcanzaron la cabeza de carrera, sus hasta ahora compañeros de fatiga Toni Colom y Luis León Sánchez comenzaron a lanzar ataques que sonaban a reproche. Contador debía responder en primera persona, puesto que todo lo que fuera darles demasiada ventaja perjudicaba sus opciones de triunfo en al general. Los extranjeros, expectantes, dejaban hacer. Hasta que un ataque de Luis León no pudo ser respondido por el superclase madrileño, que se vio obligado a dejarlo ir y, lo que es peor, renunciar a controlar la distancia que tomara el madrileño. Hemorragia de segundos, la ambición hacía que a Contador se le escaparan Luis León y la carrera.

En apenas diez kilómetros de terreno rompepiernas (descenso técnico y repechos) el corredor murciano había recortado a Contador la ventaja que le llevaba en la general. El de Astaná, por su parte, tiraba a la desesperada con menos desarrollo del conveniente, pidiendo a sus compañeros de grupo algún relevo y acordándose de sus coequipiers, que viajaban en grupos más retrasados víctimas en casi todos los casos de un mal momento de forma. Sólo Voigt le daba un respiro, cuidando de las opciones de Frank Schleck, pero sin demasiada fe.

Quedaban sólo cuatro kilómetros hasta meta, dos de llano y dos de subida. Luis León llevaba un minuto de ventaja. Y entonces Colom reprochó por última vez a Contador su ambición, que había impedido al grupo de españoles llegar a meta y jugarse la victoria. El reproche, en forma de demarraje, no lo pudo responder el campeón madrileño. Voigt sí pudo. Schleck y Chavanel se quedaron a rueda de Contador, atónitos ante la impotencia del ex pupilo de Manolo Sáiz. Entonces el francés de Quick Step decidió dar el golpe de gracia, atacó y se llevó al de Saxo Bank a rueda para dejar a Contador solo y desfondado.

Lo que sucedió después fue una pájara en toda regla. También la imagen de un ciclista hundido, más psicológica que físicamente, debido a sus actos. Alberto Contador perdió casi dos minutos en tres kilómetros, fue superado por un grupo de veinte ciclistas como el más vulgar esforzado de la ruta que es devorado por el pelotón después de una infructuosa fuga en el llano. Uno tras uno le iban superando corredores infinitamente inferiores a él, pero sin la soberbia que había aparecido para hundirle y robarle una carrera que parecía suya.

Luis León Sánchez, por su parte, llegó lleno de rabia y fuerza bruta a cruzar la empinada línea de meta de Fayence, donde alzó los brazos al cielo como recuerdo a su hermano León Sánchez. Sacó cincuenta segundos a los otros favoritos, que llegaron encabezados por Colom; y castigó con casi tres minutos a Contador. A un Contador que, con una sangre fría que incluso se podría haber disfrazado de humildad, debería haber colaborado a tope con él y Colom para llegar a meta con ventaja, eliminarse rivales y ganarse amigos. No lo hizo y por ello seguramente ha perdido la París – Niza. La parte buena, la única, es que tiene 26 años y con esto aprende una valiosa lección.

Sastre, amarillo y gloria en Alpe d’Huez

23 de Julio, Arueda.com
Alpe d’Huez es una montaña legendaria, uno de esos nombres que están en la mente de todos los aficionados al deporte. Cada curva de Alpe d’Huez encierra una leyenda, portando el nombre de uno o dos de los hombres que han conseguido imponerse a sus rivales y a las circunstancias para hacerse con una preciada victoria en sus rampas. Cada tramo tiene su historia, su momento de gloria que es recordado cada vez que es recorrido por los esforzados de la ruta.

Desde el durísimo primer kilómetro, el de los gregarios, donde Chechu Rubiera y Roberto Heras reventaron en su tiempo a todo el pelotón en favor de Lance Armstrong. También está la zona, a falta de cuatro kilómetros del final, donde se acumulan los holandeses como los vascos en Pirineos; no en vano, Alpe d’Huez también es conocida como la montaña de los holandeses. En los últimos quinientos metros siempre se recuerda aquella curiosa caída de Giuseppe Guerini por un aficionado despistado que se interpuso en su camino cuando iba hacia la victoria; la victoria que al final consiguió.

Para los españoles también hay historias. La curva número 10 es la de Fede Echave, que ganó en 1987 mientras Delgado y Roche se retaban por detrás y el segoviano cogía el amarillo. La curva 20 la comparte Iban Mayo con Lucien Van Impe; inolvidable su exhibición mientras Beloki se enfrentaba a Armstrong en el Tour de su desgraciada caída. Desde hoy, siguiendo el orden, la curva 17 pasa a ser la de Carlos Sastre; la compartirá con otra leyenda como el pasional portugués Joaquim Agostinho.

El desarrollo de la etapa fue decepcionante. Rubén Pérez (Euskaltel), Peter Velits (Milram), Remy Di Gregorio (Française des Jeux) y el protagonista de ayer Stefan Schumacher (Gerolsteiner) conformaron la escapada. Di Gregorio perdía contacto en el llano entre los colosos de Aubisque y Croix de Fer; Rubén Pérez, en las estribaciones de este último, que eliminaba también a Schumacher más adelante. Quedaba solo por delante el sudafricano Velits, que después recibiría por detrás el apoyo de Jérôme Pineau (Bouygues Telecom) en el descenso de Croix de Fer. Todo eso daba un poco igual en una visión global de la etapa, pero era lo único que sucedía en esos instantes: CSC marcaba un ritmo poco exigente que dejaba a una treintena de ciclistas en el pelotón.

Se llegó al pie de Alpe d’Huez y no parecía que se pudiera esperar demasiado. Pineau seguía por delante ya en solitario, con un minuto sobre el grupo dominado (se dejaba dominar) por CSC. Y en el primer kilómetro llegó el primer hachazo. Carlos Sastre atacaba y se llevaba consigo a Denis Menchov; el inocente trabajo de Bernhard Kohl neutralizaba el demarraje. Sin esperar a reintegrarse de verdad al grupo de favoritos, Sastre volvía a tensar. Ésta fue la buena.

Dudas por detrás. Menchov se hundía, víctima de su fragilidad mental, y perdía contacto con el resto de grandes. Kohl tiraba de Evans; Valverde pedaleaba nervioso con unas buenas piernas que no tenía desde Cholet, AG2R acumulaba hombres en el grupo… y los hermanos Schleck movían el árbol, buscando cortar a Evans. En lugar de ello, lo acercaban a su compañero de equipo y teórico jefe de filas. Cayeron una y mil veces en ese error de juveniles; a pesar de ello, Sastre siguió haciendo hueco, infatigable. Los treinta segundos que manejó durante dos kilómetros se convirtieron en cincuenta, lo cual propició que el coche de equipo conducido por Kim Andersen y que llevaba a su mecánico y compañero de fatigas Alejandro Torralbo arribara a su vera. Golpe moral, la ventaja era de un minuto y, en un abrir y cerrar de ojos, paso a ser de dos.

Evans no encontraba quien le hiciera carrera; mejor dicho, quien se la hiciera bien. Tocado ya Kohl, Goubert y Efimkin, de AG2R, se iban alternando para mantener un buen ritmo que beneficiara a su jefe de filas Valjavec. Y ese ritmo permitía que Sastre aumentara su ventaja. Después, Evans empezó a tomar la responsabilidad en primera persona; Menchov y Samuel Sánchez volvían al grupo. Algo no marchaba bien. Los ataques no tenían continuidad: la ingenuidad de los Schleck se tornó en maestría para hacer de secantes de cada cambio de ritmo que tenía lugar entre los favoritos. Vandevelde, Efimkin, Valverde, Kohl… todos debían frenar al verse con la incómoda compañía de uno de los luxemburgueses. Sastre seguía delante; iba con menos alegría, pero con la suficiente para seguir haciendo hueco.

El último ataque, el que valió, fue de un Samuel Sánchez que arrancó con una fuerza bastante apreciable a poco más de un kilómetro para meta. A su rueda, Andy Schleck. Esto no importó al asturiano, que sólo quería ser segundo y en nada perturbaba a Sastre. La pasividad de un Evans reventado, un Menchov hundido aunque su situación en carrera no fuera catastrófica. El reventón juvenil de Kohl, el puntito que le falta a Vandevelde para ser un grande y no un gregario de lujo que aprovecha su libertad. Esos factores se juntaron para permitir a Sastre, por un lado, y a Samuel y Andy por otro, para hacer camino. También la permisividad de Valverde, que perdonaba a pesar de su insultante facilidad sobre la bici.

Sastre llegó a meta, maillot cerrado y gesto extenuado, con 2’03” sobre Samuel y Schleck, que se jugaron al sprint la segunda plaza; sonrió la fortuna al más rápido, el asturiano de Euskaltel. A 2’13” apareció el grupo de favoritos, liderado por el murciano Alejandro Valverde y por el hasta ahora líder Frank Schleck; Evans perdía dos segundos en una etapa negra para él.

Diez minutos después ya se sabía la general. Sastre sacaba 1’24” al siguiente, su compañero Frank Schleck, y 1’34” y 2’39” a sus máximos rivales por mor de la contrarreloj, Cadel Evans y Denis Menchov. El abulense tuvo un recuerdo para su cuñado Chaba Jiménez y declaró que la táctica, que parecía caótica dado el mal uso de sus fuerzas por parte del equipo CSC, era que él atacara desde la base del Alpe d’Huez.

Pero… ¿qué más da? ¿Qué importan las tácticas, las diferencias y lo que queda por venir cuando uno ha entrado en la gran Historia del ciclismo? Un triunfo épico en Alpe d’Huez significa la gloria. Y resta importancia a lo que queda por venir