La valentía cambió las tornas

Hace unos días, en la meta de Luz Ardiden donde Samuel Sánchez triunfó y los grandes favoritos distanciaron a un Alberto Contador cuando menos poco inspirado, Andy Schleck citó a Ivan Basso y Cadel Evans como los rivales a batir en este Tour de Francia. Obvió a Contador, forjando un exabrupto que, repetido días después en Plateau de Beille, constituía una machada calculada dentro de la guerra psicológica planteada por los hermanos Schleck al madrileño. Sabían que sus piernas estaban bien y trataron de derrotarle a través de la cabeza: emparedarle durante las subidas, picarle en la prensa… En una palabra, provocar su desquicio para sacarle de la carrera
Con un Contador mentalmente frágil, sólo tendrían que derrotar a rivales en teoría asequibles en las montañas. Una vez «conseguido» lo primero, dispusieron de tres jornadas pirenaicas para lo segundo. Luz Ardiden supuso un buen prólogo; Lourdes, una tregua; Plateau de Beille, una ocasión marrada. En total, ascendidos tres puertos de primera y cuatro de categoría especial, Frank Schleck se acercó al amarillo de Voeckler tan solo cuarenta segundos; Andy, veintidós. Esa fue la renta conseguida con la carrera a su merced en todos los aspectos…
Hoy, la valentía cambió las tornas. Con un ataque en un Segunda poco sugerente (el Col de Manse) y su estremecedor descenso, Cadel Evans y Alberto Contador consiguieron veintiuno y dieciocho segundos de ventaja respectivamente sobre Voeckler y Frank. Menos de un minuto sobre Basso. Y más de un minuto sobre Andy.
El menor de los Schleck confesaba en meta: “no me esperaba este ataque”. Ciertamente, el libro de ruta no lo anunciaba. Considerando el devenir de la carrera, sin embargo, cabía presagiarlo. Había sido una jornada dura, de altísima velocidad (se llegó a meta con veinticinco minutos de adelanto sobre el horario previsto), y la subida tendida que se iba a coronar a once kilómetros de meta alumbraba después una bajada vertiginosa. El terreno y las circunstancias eran propicias. BMC lo supo ver y aumentó el ritmo de un pelotón que ya había dejado la victoria de etapa en manos de la fuga.
La escuadra de Evans lanzó el guante y éste lo recogió un Contador reforzado moralmente tras el día de descanso, aliviado también de una rodilla que según confesó su hermano y mánager Fran hoy en Eurosport estuvo a punto de llevarle al abandono en la primera semana de carrera. Su demarraje inicial sirvió para avisar al resto de favoritos. Una vez consumado el reagrupamiento, fue continuado por su coequipier Dani Navarro en lo que constituye la primera ayuda efectiva y decisiva de Saxo Bank al superclase madrileño.
La segunda tentativa rompió la baraja. Probablemente fue la primera ofensiva sostenida de todo el Tour, el primer ataque de más de veinte segundos de duración. Halló eco en Cadel Evans y Samuel Sánchez y la terna, una vez en cabeza, no dudó que debía persistir en su apuesta. El descenso, estrecho y húmedo, coincidente en su parte final con el del Col de la Rochette que tan mal recuerdo trae al aficionado español, fue una exhibición de un Evans encendido para acallar a los críticos que aún le acusan de cobarde.
Mientras el noruego Hushovd se llevaba la etapa por delante de Boasson Hagen (otro noruego) y su coequipier Hesjedal (cuya ascendencia y apellido son también noruegos), Voeckler y Frank Schleck descendían a cuchillo para minimizar la pérdida. Mal le fue a un Basso romo que a partir de ahora tiene la obligación de atacar para soñar con el podio de París. Peor aún estuvo Andy, asustado por la caída de Jeanesson (apenas un derrape mal hecho) según contaba en meta. Perdió más de un minuto y enterró sus opciones de ganar este Tour de Francia.
La clasificación general aún sitúa al luxemburgués por delante de Contador, pero lo cierto es que el español le ha ganado la posición por una cuestión de valentía. Su movimiento de hoy, el beneficio que ha generado para un Evans lanzado hacia la victoria final, le ha encumbrado como juez de la carrera. De su consistencia en jornadas posteriores, el ‘momentum’ del australiano y la reacción del resto de favoritos dependerá que Contador consume una remontada encomiable y quién sabe si histórica.
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Juventud, divino tesoro

Juventud, divino tesoro”, debió pensar Lance Armstrong mientras veía marcharse de su alcance al grupo de favoritos en el Col de la Ramaz. El tejano pedaleaba hoy oxidado, con una especie de cámara lenta protésica en él que siempre ha tendido a usar lo que Eddy Merckx, cuando no congeniaba con el americano, daba en llamar despectivamente el “molinillo”. Delante suya, siempre, un Janez Brajkovic sin el golpe de pedal de Dauphiné. Detrás suya, nunca los mismos compañeros; todos los que se integraban en el grupo de Armstrong acababan por querer ir más rápido y abandonarlo. Rebasarlo. Así de duro para todo un heptacampeón del Tour de Francia.
Juventud, divino tesoro”, habrá pensado una vez más el líder de RadioShack al cruzar la línea de meta a casi doce minutos del ganador y seguir pedaleando como un autómata. Hay un signo que indica al campeón que su reinado ha terminado y debe retirarse: que el cúmulo de circunstancias y factores ajenos e involuntarios que rodean a su desempeño comienzan a serle contrarios. En otras palabras, que la suerte le abandona. Hoy Lance Armstrong se ha visto envuelto en tres caídas: la primera en el pelotón al principio de la etapa, la segunda justo antes del Col de Ramaz (cayó solo en una rotonda; reintegrarse en el pelotón supuso un esfuerzo para él y sus compañeros que seguramente se pagó durante la ascensión), la tercera justo después, en el descenso. Esta última fue particularmente indicativa: Lance se vio enganchado entre dos Euskaltel (Iván Velasco y Egoi Martínez) que se trabaron mutuamente con la bolsa del avituallamiento. Lo que se dice un conflicto de nimiedades que redundó en la moral del tejano, hoy humillado en la gran ronda francesa por primera vez desde que se recuperara de su cáncer. Ha llegado el momento para él de hacerse a un lado, tal vez de trabajar para Levi Leipheimer (que aguantó con los mejores en Avoiraz) o tal vez de realizar movimientos lejanos que inquieten a los principales líderes. Lo que está claro es que su lugar ya no está en el pelotón, guardando fuerzas para acabar el decimoquinto de la general. Y tampoco debería tener perspectiva de retirarse de la competición; no sería una salida digna para un superclase como él.
Juventud, divino tesoro”, debió pensar Alberto Contador al ver rezagarse a Lance Armstrong, al darse cuenta de que él, por fortuna, tiene ese elixir que se consume con los años, ése del que al tejano no le queda ni una gota. Debió pensarlo sonriendo, observando como su equipo Astaná, denostado en la previa de la Grande Boucle, respondía a la perfección y llevaba el peso de la carrera para primero distanciar a Armstrong y, después, separar el grano de la paja entre los favoritos. Paolo Tiralongo, Alexandre Vinokourov y, sobre todo, Dani Navarro, se han mostrado como un bloque fuerte (quizá el más fuerte para montaña) y han dado al madrileño un motivo para enseñar sus dientes. Luego los ha tenido que esconder, cuando tras quedarse solo no ha sabido o podido controlar la carrera y ha sido incapaz de contestar a un tremendo ataque de Andy Schleck y Samuel Sánchez. Con ello nacen las dudas…
Juventud, divino tesoro”, debió pensar Andy Schleck con sorna cuando veía delante de sus ojos el dorsal 181 de Samuel Sánchez. Durante un kilómetro fue el Euskaltel quien tuvo 25 años y el Saxo Bank fue el curtido veterano de 32 primaveras. Y es que Samuel, en lugar de dejar la responsabilidad de distanciar al grupo de favoritos en manos de Andy, al fin y al cabo el más interesado del dúo por ampliar diferencias con el resto de contendientes por la general, asumió por sí solo el total de la carga. Sirvió así el triunfo en bandeja al luxemburgués, que sólo debió darle el llamado “último relevo” para llevarse la victoria, la ventaja y, en definitiva, toda la gloria para la cual no había necesitado trabajar. El asturiano, por su parte, entró en meta con cara de tonto observando como Schleck mostraba su alegría con un gesto de celebración, cuando menos, propio de un mono.
Juventud, divino tesoro” ha sido también lo que debieron pensar también Vincent Lavenu (AG2R) y Joxean Fernández ‘Matxin’ (Footon), directores de Nicolas Roche y Rafa Valls, respectivamente, al ver a sus pupilos rayar a tan buen nivel hasta el punto de postularse como posibles sorpresas o estrellas emergentes de este Tour de Francia. Ninguno llegó a entrar en el combo de los mejores, pero ambos arribaron a meta con unos honrosos dos minutos de retraso. Irlandés y alicantino ostentan sendas posiciones entre los veinte primeros con las que, seguramente, apenas soñaban al inicio de este Tour. En defenderlas con el mismo éxito que han tenido hoy estará su misión de aquí al domingo 25, cuando lleguen (quizá triunfantes) a los Campos Elíseos.