“Estoy muy sorprendido con el público. Los espectadores están volcados, deseando ver la carrera. Rara vez se puede ver tantísima gente en la cuneta durante una prueba europea; me sorprende que la haya aquí. […] Pero entre el pelotón y el público hay un montón de policías. Es como estar en un campo de fútbol. Normalmente escuchamos los gritos de ánimo de los aficionados desde muy cerca. Aquí, en cambio, hay cinco o seis metros de separación entre ellos y nosotros… Y, sin embargo, todavía podemos oírles” (Silvan Dillier)
Estas palabras del completísimo ciclista de BMC, que se define a sí mismo como “hombre de acción” y el año que viene reforzará el bloque de Romain Bardet para atacar el Tour de Francia, son sólo una de las muchas muestras de extrañeza con las que hemos reaccionado los occidentales a la actitud de los espectadores del Tour de Guangxi. Podréis leer más, e incluso mejores, en el próximo número de Ciclismo a Fondo. O escucharlas en el episodio que he confeccionado para The Cycling Podcast. #LaPromosió.
Mientras tanto, os cuento un par de experiencias personales más. Gracias a las habilidades interpersonales de Benoît Vittek, periodista de Eurosport, mercenario de la comunicación de eventos ciclistas y bon vivant en general, tuve la oportunidad de almorzar el martes con tres veinteañeros de Guilin. Nos contaron que habían dado el día libre en colegios, institutos y universidades para que los alumnos pudieran ver la carrera y que la gente acudía en masa a las cunetas, básicamente, por curiosidad.
Por otro lado… ¿Recordáis aquel pavo que me quitó de las manos el bidón del Astana el día de Beihai? Pues bien: en la quinta etapa, meta en Guilin, me cayó en los pies un bidón de Bahrain-Merida. Me acerqué al público para disgusto de los policías con el bote tendido hacia un chaval que estaba viendo la carrera con sus abuelos. Un cagatrancos se puso en medio gritando “Thank you!” e intentó arrebatármelo. Lo mandé al carajo con un “不是” que no tenía nada que ver con lo que en realidad yo quería decir y conseguí que el niño cogiera el bidón entre sus manos con los ojos rasgados muy abiertos. BIEN.